Hay aspectos que mejorar en el Jueves Santo de Granada, que también tuvo momentos para la historia

El Jueves Santo ha sido el primer día en que las circunstancias meteorológicas de este año no han incidido negativamente en las procesiones. Pudieron salir todas, debido a que el riesgo de precipitaciones era mínimo y conforme avanzaba la noche prácticamente desaparecía. Llamó una atención el cortejo de la Cofradía de la Auroradebido a la gran participación de hermanos. También ha crecido la participación en el resto de las hermandades de la jornada: Salesianos, Concha, Estrella y Silencio. El guion escrito se cumplió y la belleza del Albaicín se acentuó al paso de las comitivas penitenciales, aunque en el futuro hay que estudiar con más detenimiento los horarios, puesto que se producen momentos en los que los cortejos deben de detenerse durante un prolongado período de tiempo, al confluir en un mismo punto. Es un aspecto a mejorar.

Una multitud

Hubo dos protagonistas fundamentales. De una parte, el público que asistió a los desfiles de las hermandades. No se recuerda un día con tanta expectación. La multitud de personas era tal, que incluso durante varias horas se hubo de aforar la Carrera de Darro. Transitar por muchos lugares de la ciudad era muy difícil.

Un día para la historia de la Cofradía del Silencio

El otro protagonista fue la Cofradía del Cristo de la Misericordia (Silencio). Volvió a procesionar la talla original y el aspecto, sin desmerecer a la copia de Antonio Barberoresulta conmovedor. Desde 1975 solo había salido en 2009 con motivo de la Pasión de Granada. En su tránsito por la Carrera del Darro se sucedieron una tras otra, espectaculares saetas como las que interpretó Esperanza Garrido desde el atrio de San Pedro o la que cantó Antonio González desde la Palacio de Castril (Museo Arqueológico)engalanado este año para la Semana Santa por la Junta de Andalucía. Sin duda, ingredientes magníficos para no olvidar que este año se celebra el primer Centenario de la Cofradía del Silencio y que estamos en el III Centenario del fallecimiento del autor de esta escultura en madera policromada, el genial José de Mora.



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