La guerra y el sepulcro vacío

Tierra Santa ha celebrado esta semana sin los peregrinos que visitan los escenarios de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo. En un mensaje a los católicos locales, grandes damnificados por la situación, Francisco les reconocía no solo como custodios de “los Lugares de salvación”, sino como testigos de la Pasión del Señor “a través de sus propios sufrimientos”. Son razones de peso para apelar a los cristianos de todo el mundo a apoyar a estas comunidades sin las cuales, como decía Pablo VI, los Santos Lugares se convertirían en museos.

La situación que atraviesa la región pone a prueba la capacidad de resistencia de una población que ha visto disminuir sus números de forma dramática, hasta temerse por la continuidad de una presencia de 2.000 años. El Papa alude en concreto a los niños, a quienes la guerra niega un futuro en la tierra de sus padres. Uno de los gestos más elocuentes de estos días ha sido el abrazo de Francisco a un padre israelí y otro palestino unidos por el dolor de haber perdido a sus hijas de 13 y 10 años en el conflicto. Y unidos, sobre todo, por la esperanza en que Dios, a quien ambos invocan con nombres diferentes, no permitirá que el odio tenga la última palabra. Es la esperanza en la Resurrección, que los cristianos comenzaron a proclamar tras el acontecimiento del sepulcro vacío en Jerusalén. Una esperanza que brilla con especial luminosidad en medio de tanto dolor y sinsentido.



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