La surrealista comparecencia de Pedro Sánchez para anunciar su continuidad al frente del Gobierno ha dejado entre líneas algunas afirmaciones inquietantes. Como ha señalado el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, lo que ha sucedido no es cómico sino, más bien, trágico. También ha advertido frente a la posibilidad de que Sánchez y su mayoría, ahora recosida, pueda intentar “colar un cambio de régimen por la puerta de atrás”.
Hay que estar alerta para comprobar qué quiere decir Sánchez cuando habla de “punto y aparte” o cuando, con estupor para cualquiera que le escuche sin fanatismo, afirma que va a abanderar una regeneración democrática y anuncia que va a abrir paso a la limpieza. Sánchez ha montado toda una farsa para hacerse fuerte, sacar rédito electoral del río revuelto y enardecer a los fieles que le quedan, con una puesta en escena impropia de democracias consolidadas. Hasta sus propios socios de ERC le han denunciado ante la Junta Electoral por lo que sospechan que es una utilización electoral de esta pantomima cara a las elecciones catalanas.
Lo más grave de todo este sainete, como ha denunciado Feijóo es haber pretendido “cohesionar a los suyos a costa de dividir España en dos”. A partir de ahora son más necesarios aún los contrapesos democráticos de las instituciones y de la sociedad civil, los únicos que pueden poner freno a la deriva autoritaria que se atisba.