¿Y ahora qué, Joan?

Lewandowski durante el partido entre el Girona y el FC Barcelona. / EFE

La cara de Laporta hablando sin parar y con la mirada perdida tras la debacle en Girona reflejaba la decepción e impotencia de muchos culés que viven en el día de la marmota desde hace demasiado tiempo. Una imagen, a veces, y ésta lo es, dice más que mil palabras. Como los discursos vacíos de un entrenador que intenta justificar los constantes fracasos de cualquier manera. El Girona pasó por encima del Barça en la segunda parte de una manera preocupante, sonrojante y sin paliativos. El equipo azulgrana se desvaneció como un castillo de naipes. El Girona volaba mientras el Barça languidecía una vez más. Sin respuestas. Esos gestos en los jugadores son ya tradición en los últimos años. Xavi, ratificado en el cargo por Laporta tras decir que se quería quedar, culpó a los jugadores del desaguisado. Falta de madurez, aseveró con contundencia. Cuando dimitió, aseguró que lo hacía para buscar una reacción del equipo. Ahora, tras hacerse pública su continuidad, señala a los futbolistas. De la autocrítica seguimos sin tener noticias.

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