Raphinha y el lateral izquierdo, Guilherme Arana, pagaron los platos rotos del debut en falso de Brasil en la Copa América (con un decepcionante empate a nada y sin goles contra Costa Rica) y ambos perdieron su lugar en el once titular en el segundo compromiso de la Seleçao, que acabó saldándose con goleada por 1-4 ante Paraguay.
El blaugrana dejó su lugar a Savinho, que venía avalado por haber hecho dos muy buenos amistosos de preparación ante México (2-3) y Estados Unidos (1-1). El extremo del Girona no defraudó. Aprovechó los minutos que estuvo en el Allegiant Stadium, en Las Vegas, y encendió el debate sobre quién debe ser, a partir de ahora, el amo y señor de la posición, en el flanco derecho del ataque.
Savinho marcó el segundo gol brasileño, con el que sentenciaba el encuentro en una recta final del primer tiempo fulminante en que los brasileños vieron portería tres veces seguidas. El delantero del grupo City estuvo listo. Sacó rédito de un fallo garrafal del lateral Matías Espinoza, que no acertó a rechazar un balón dentro del área, y, bien colocado, solo tuvo que empujar el balón.
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Al final del primer tiempo, cuando todo el equipo brasileño se retiraba conjuntamente hacia el vestuario para evitar cualquier tipo de enfrentamiento con los guaraníes después de un conato de pelea aún con el balón rodando, Savinho fue felicitado por todos los suplentes. El más efusivo fue, como no, Yan Couto, su compañero en Montilivi, pero llamó poderosamente la atención el beso que le dio Raphinha. Pueden luchar por la posición, pero los dos mantienen una magnífica relación.
En el segundo tiempo, Savio volvió a ser decisivo. Un chute suyo estampó en los brazos del paraguayo Villassanti. Penalti, que transformó Lucas Paquetá (había desaprovechado otro en el primer tiempo).
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En el minuto 72, hubo cambio de papeles. Savinho, fundido, se fue al banquillo y entró Raphinha, que salió fuerte y motivado. El delantero del Barça no tuvo el protagonismo que deseaba porque Brasil se dedicó en la recta final del encuentro a defenderse. El equipo de Dorival Junior estaba más preocupado en no recibir que en atacar.