La geopolítica por encima de la religión en la alianza Irán-Armenia

En su artículo de 1993 “El choque de civilizaciones”, Samuel Huntington sostuvo que las alianzas y los conflictos globales dependerían cada vez más de las identidades religiosas y culturales, y que la división entre “Occidente y el resto”, en particular las sociedades musulmanas y asiáticas, se convertiría en un eje central de tensión internacional.

Sin embargo, la compleja relación entre Irán y Armenia sirve de contrapunto a la tesis de Huntington, ilustrando que las preocupaciones geopolíticas a menudo trascienden las fronteras religiosas y culturales. Irán, una nación musulmana chiita, se alinea con Armenia, de mayoría cristiana, en lugar de con su vecino Azerbaiyán, de mayoría chiita, impulsado por intereses estratégicos más que por afiliaciones religiosas.

La investigación de Giacomo Chiozza desmintió eficazmente la tesis de Huntington, destacando sus defectos empíricos. Al analizar cuidadosamente todos los conflictos ocurridos entre 1946 y 1997, Chiozza descubrió que los países de una misma civilización son más propensos a los conflictos. La preferencia de Irán por Armenia en lugar de Azerbaiyán pone de relieve cómo los intereses estratégicos y las preocupaciones en materia de seguridad regional superan las similitudes religiosas y culturales.

La alianza entre Teherán y Ereván, alimentada por preocupaciones geopolíticas más que religiosas, pone de relieve la intrincada dinámica que configura las relaciones internacionales en la región. Mientras Irán y Armenia colaboran en iniciativas militares, económicas y estratégicas, su alianza subraya las consideraciones puramente prácticas que a menudo guían la política exterior, cuestionando la noción de que las diferencias de civilización son las principales causas de los conflictos globales.

El alineamiento de Turquía con Azerbaiyán y su énfasis mutuo en reforzar los vínculos turcos en el Cáucaso y Asia Central parecen plantear un obstáculo a la influencia regional de Irán, en particular porque hay una considerable población azerbaiyana en Irán, que ve con simpatía el desarrollo económico y la prosperidad que disfrutan sus pares del norte.

Por lo tanto, al apostar por Armenia, Teherán pretende perturbar la soberanía y las aspiraciones de Azerbaiyán, ya que busca contrarrestar el poder en expansión de sus vecinos turcos, fortaleciendo su posición en el Cáucaso Sur y asegurando al mismo tiempo que Armenia siga siendo un aliado crucial en esta área.

Desde la perspectiva de Armenia, en particular si se tiene en cuenta el apoyo insuficiente de Rusia durante el conflicto de Karabaj, la cooperación con Irán sirve para aliviar las presiones percibidas de Turquía y Azerbaiyán. Esta asociación permite a Armenia contrarrestar el ascenso y la influencia de Azerbaiyán mediante la asistencia militar y económica que recibe de Irán.

El respaldo de Irán a Armenia es evidente en la importante ayuda militar y económica que ha recibido en las últimas tres décadas, incluido un supuesto acuerdo reciente de venta de armas por 500 millones de dólares. Este supuesto acuerdo secreto, que supuestamente incluye armamento avanzado como drones suicidas, significaría un nuevo hito en la cooperación militar entre Teherán y Ereván, lo que haría sonar las alarmas en Bakú, que esperaba resolver definitivamente el conflicto con Ereván y centrarse en impulsar su desarrollo económico y mejorar la interconexión regional.

Además de sus vínculos militares, la relación entre Irán y Armenia se ve reforzada por una amplia colaboración económica, que abarca inversiones, proyectos de infraestructura y acuerdos comerciales. Este año, la 18ª reunión de la Comisión Económica Conjunta Irán-Armenia fortaleció aún más su asociación, lo que dio como resultado la firma de varios acuerdos en diversos sectores.

La alianza entre Irán y Armenia también se evidencia en su postura coordinada sobre cuestiones regionales, incluida la oposición al Corredor Zangezur, un proyecto que Armenia considera una amenaza a su soberanía. El Corredor Zangezur pretende conectar Azerbaiyán con Turquía a través de la República Autónoma de Najicheván, atravesando territorio armenio. Tanto Armenia como Irán se oponen a este proyecto, aunque por diferentes razones.

Además, Irán, Armenia y la India han propuesto un corredor entre el Golfo Pérsico y el Mar Negro como contramedida estratégica al corredor Zangezur de Turquía y Azerbaiyán. Esta ruta comercial multimodal, diseñada para conectar la India con Europa a través de los puertos iraníes y el territorio armenio, busca evitar las rutas tradicionales como el Canal de Suez y establecer un corredor entre el Golfo Pérsico y el Mar Negro. Este proyecto también compite directamente con la carretera de desarrollo de Turquía, que conecta el puerto de Gran Faw en Irak con Europa a través de Turquía, ofreciendo un ahorro previsto de 15 días en tiempo de tránsito al evitar el Canal de Suez.

Para Armenia, ofrece una alternativa crucial a la dependencia de Rusia y establece vínculos económicos y estratégicos directos con la India, apoyando así sus objetivos más amplios de seguridad y diversificación económica. A través de este corredor, Irán pretende aliviar las sanciones impuestas por los Estados Unidos y los estados occidentales y crear nuevas oportunidades de crecimiento económico.

Al analizar la relación de Irán con Armenia, resulta evidente que la política exterior iraní es pragmática y está impulsada en gran medida por intereses geoestratégicos. Hacia el final del gobierno del ex presidente iraní Ebrahim Raisi, hubo un breve período de mejora de las relaciones entre Teherán y Bakú. Sin embargo, este progreso se estancó tras la muerte de Raisi, en particular después de las visitas del presidente armenio Nikol Pashinyan a Irán, que reforzaron los vínculos entre Teherán y Ereván.

Aunque algunos observadores anticiparon que el recientemente elegido presidente iraní Masoud Pezeshkian, de origen azerí, podría traer una nueva dinámica a las relaciones de Irán con Turquía y Azerbaiyán, la fuerte influencia del líder supremo y de la Guardia Revolucionaria en la formulación de políticas iraníes hace poco probable que se produzcan cambios significativos en el corto plazo.

El desarrollo del Corredor del Golfo Pérsico-Mar Negro no sólo sirve como contrapeso al Corredor Zangezur y a la Ruta del Desarrollo, sino que también ejemplifica el enfoque disruptivo adoptado por Irán para mejorar su posición económica y estratégica a expensas de sus vecinos.

En conclusión, la relación entre Irán y Armenia desafía las narrativas convencionales que colocan las identidades religiosas y culturales en el primer plano de las alianzas internacionales. En cambio, subraya la primacía de los intereses estratégicos en la configuración de la política exterior.

La maquiavélica alianza de Irán con Armenia, a pesar de las diferencias religiosas, pone de relieve cómo las preocupaciones geopolíticas suelen prevalecer sobre las divisiones entre civilizaciones. Esta asociación, impulsada por intereses estratégicos, económicos y militares mutuos, aspira a interrumpir la creciente influencia de Turquía y Azerbaiyán en la región y más allá. A medida que el panorama geopolítico continúa evolucionando, la alianza entre Irán y Armenia es un testimonio de la compleja interacción de consideraciones estratégicas en las relaciones internacionales.

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