La posición extremadamente vulnerable en la que se encuentra el primer ministro francés

AAparte de su determinación de formar un gobierno “equilibrado, representativo y plural” en los próximos días, Michel Barnier ha revelado muy poco sobre sí mismo desde su nombramiento como primer ministro el 5 de septiembre. Sus consultas con personalidades clave la semana del 9 de septiembre han revelado principalmente el poco margen de maniobra político de que dispone y el gran riesgo al que se enfrenta: convertirse en dependiente de una derecha vengativa, que a su vez depende del partido de extrema derecha Agrupación Nacional (RN) cuyo objetivo, como declaró Marine Le Pen el sábado 14 de septiembre, es impulsar nuevas elecciones legislativas anticipadas lo antes posible.

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El cambio de postura de Laurent Wauquiez es muy revelador. En un principio, él mismo presionó para que su grupo de 47 diputados apoyara al gobierno sin asumir un papel activo. Ahora, el presidente del grupo conservador Les Républicains (LR) en la Asamblea Nacional francesa está haciendo campaña activamente para el puesto de ministro del Interior.

La presión de Wauquiez y sus aliados para implementar “una política de derechas” centrada en “más seguridad” y “menos inmigración” es reveladora, sobre todo porque Barnier proviene de la misma familia política que ellos. En un intento de recuperar influencia después de años de marginación, la derecha ha optado por centrarse en cuestiones de soberanía nacional. Sin embargo, el peligro de competir con la extrema derecha es claro, ya que el bando de Le Pen no tiene intención de perder su ventaja y puede utilizar su poder para derrocar a un gobierno de Barnier como una poderosa herramienta de chantaje.

Definiendo una línea política

Hasta ahora, sólo los dirigentes del partido centrista MoDem (parte de la coalición de Macron) han hecho esfuerzos para frenar las ambiciones de LR, que no se corresponden con su escaso número de diputados. El riesgo de desequilibrio político es importante. El partido presidencial, que todavía se está recuperando de la disolución de la Asamblea Nacional y carece de una dirección clara, se lame las heridas en silencio. Mientras tanto, la izquierda, convencida de que se enfrenta a una “negación de la democracia” al no poder ocupar el cargo de primer ministro después de haber obtenido más escaños que cualquier otro grupo en la Asamblea Nacional tras las recientes elecciones parlamentarias anticipadas, ha comenzado la nueva sesión legislativa adoptando una postura de oposición radical. Los dirigentes socialistas invitados a unirse al gobierno han declinado su invitación, mientras que la alianza de izquierdas Nuevo Frente Popular (NFP) ya ha amenazado con votar para derrocar al primer ministro en cuanto ponga un pie en la Asamblea Nacional.

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En una entrevista concedida a la radio France Inter el 12 de septiembre, el ex primer ministro Dominique de Villepin (bajo el conservador Jacques Chirac) describió la situación actual de Barnier como resultado de las “rarezas” derivadas de la secuencia política abierta por el fracaso de la disolución de la Asamblea. Barnier no puede reivindicar la legitimidad del presidente, que ya no tiene mayoría en el Parlamento. Tampoco puede sacar legitimidad del propio Parlamento, puesto que pertenece a LR, que está lejos de ser uno de los ganadores de las elecciones legislativas, ya que sólo quedó en quinto lugar.

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