No es una voz cotidiana, de las que suenan en el bar, en la esquina, al doblar la calle o en una conferencia. Sor María de Gracia sintió la llamada con 23 años, aunque aún no lo sabía, no lo lograba identificar. Con 18 años había salido de su tierra natal, en Zamora, para irse a vivir a Madrid. Su madre había fallecido cuando ella era muy pequeña y se había hecho cargo de su casa, hasta que sintió que ese no era su lugar.
Con la mayoría de edad recién cumplida, puso rumbo a la capital y entró a vivir en una residencia de monjas, en Plaza de Castilla. Allí se inició en el oficio de bordadora de taller, un espacio dirigido por monjas donde cosían para las novias aristócratas de Madrid. Hoy, Sor María de Gracia es una de las dos monjas de clausura que quedan en el Convento de Santa Marta de Córdoba, un lugar escondido, paralelo a la calle San Pablo, en pleno centro histórico, que se alza como el convento más antiguo de la ciudad. Se fundó en el año 1464 y ha dado cobijo a monjas durante 560 años ininterrumpidos. En algún momento de la historia llegaron a ser hasta 50, hoy son solo dos.
Sor María de Gracia, una monja de clausura abierta al mundo
Es una mujer que vive de cara a la vida, conocedora de todo lo se mueve a su alrededor, aunque su centro de gravedad sea Dios.Hasta los 27 años no consiguió identificar lo que le ocurría por dentro.
Una sensación que llevó en silencio durante cinco años. Cinco largos años en los que su vida continuó siendo la misma de antes, la de una chica joven que vivía, como ella dice, sencillamente, y de acuerdo a las avenencias de la vida. Salía, entraba, se enamoraba. Era una adelantada a su época.
Con 27 años entró en el Monasterio de la Orden Jerónima de Madrid. A los siete años de estancia, entendió que esa vida era vocacional. La maestra de novicias, relata, creyó que ella estaría mejor en otro monasterio más abierto, y recaló en el de Constantina, en Sevilla. Allí bordaba oro para las cofradías de Sevilla. Estudiaba Arte y Teología.
A partir de entonces, su vida ha pertenecido a la Orden Jerónima, que se sostiene sobre un triple pedestal: el estudio y veneración de la Sagrada Escritura -San Jerónimo tradujo la Biblia completa al latín en la Vulgata, que hoy es el texto oficial de la Biblia para la Iglesia Católica-; la solemnidad y el cuidado minucioso de las ceremonias litúrgicas, y la hospitalidad.
Lo explica a COPE Antonio Varo es filólogo, catedrático jubilado de Lengua y Literatura Española, muy vinculado al Convento de Santa Marta y cronista de la Cofradía de la Misericordia. Cuenta que el convento es el segundo de la rama femenina de la Orden Jerónima, el primero fue el de Toledo. SOLO queda un Monasterio de Monjes, en Segovia, con ocho de ellos. La Orden Jerónima, en realidad, no existe como tal, la forman los propios conventos.
Una vida dedicada a rezar y trabajar
Ora y trabaja duro. Sor María de Gracia llegó a Córdoba en el año 2007, cuando las hermanas comenzaban a fallecer. Hoy quedan dos. Pero el valor del convento es incalculable.Según la orden, la responsable del Convento de Santa Marta podría hacer testamento y destinarlo a su designio, pero la decisión es hoy desconocida para todos. Podría haber relevo generacional, pero la fe está en horas bajas, eso es algo que les preocupa a ellas y un síntoma de la nueva sociedad.
Podrían trasladarse a este convento un grupo de monjas de origen hindú, que ya lo residieron durante unos años. El único territorio con mayoría de población católica en la India se llama Kerala, y allí se encuentra la única casa de la Orden Jerónima de la India.
A pesar de todo, han sido más de 500 años de clausura en el Convento de Santa Marta. Cinco siglos que han modificado la forma de entender la clausura, que han avanzado como la vida misma, que han ido evolucionando. Y que han superado los vaivenes de la historia.
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Sor Fátima y Sor María de Gracia siguen cada día el camino que les guía la fe. Sin despegarse del mundo, sin despegarse de la vida. Sin arrepentirse.