La visita del presidente de Ucrania ayer a Madrid ofreció un raro momento de unidad política en España, empañada solo por el ruido de los socios minoritarios del Gobierno. El rey Felipe se volcó en la bienvenida a Volodímir Zelenski y, en nombre de una mayoría de españoles, condenó con firmeza la agresión rusa. Como producto más tangible de la visita, el presidente Sánchez firmó con Zelenski un acuerdo de seguridad, acompañado de cooperación militar por valor de más de mil millones de euros. No hay precedentes para España de una ayuda militar de esta envergadura que, sin embargo, sigue dejando a nuestro país todavía lejos de las aprobadas por Francia, Alemania o Reino Unido. El acuerdo tiene también gran carga simbólica a pocos días de la conferencia sobre Ucrania que se celebrará en Suiza. EE.UU. y China tienen previsto enviar a representantes de segundo nivel, lo que fuerza a Europa a adoptar un rol protagonista. Hoy, justamente, se reúnen en Bruselas los ministros de Defensa de la UE que mantendrán una charla informal con el secretario general de la OTAN. Por un lado, en plena ofensiva rusa, resulta crucial una buena coordinación que permita a Kiev resistir una embestida que va a intensificarse en las próximas semanas. Jens Stoltenberg es además uno de los más firmes partidarios de poner fin al veto al uso de la ayuda militar para golpear posiciones dentro de Rusia, una de las pocas bazas que le quedan hoy a Ucrania para romper el desequilibrio de fuerzas. Todo ello, con la urgencia de que, si Rusia logra avances decisivos este verano, serán después muy difíciles de revertir.