Opinión: El paso de las escuelas de la comunidad a la competencia perjudica a nuestra juventud

El estado actual de la salud mental de los jóvenes es terrible. En medio de sus asombrosas tasas de ansiedad, depresión y muertes por suicidio y sobredosis de drogas, el cirujano general de EE. UU. declaró una crisis de salud mental juvenil en 2021 e identificó una epidemia de soledad en 2023, con los jóvenes entre los que corren mayor riesgo.

¿Por qué está pasando esto? Desde nuestra perspectiva como estudiosos de la educación y como padres, una fuente clave del problema es el profundo cambio en nuestras escuelas públicas, desde sus orígenes a principios del siglo XIX como instituciones comunitarias al servicio del bien público hasta su transformación en un sistema que prioriza y promueve el beneficio privado.

Para ayudar a arrojar luz sobre este cambio consecuente, regresemos al siglo XIX, cuando Estados Unidos creó un sistema de educación pública universal para ayudar a construir comunidades con mentalidad cívica y minimizar las diferencias de clase social que representaban una seria amenaza para la temprana república estadounidense. La idea era promover la cohesión reuniendo a todos los jóvenes locales en un aula donde vivirían una experiencia compartida de adquisición de habilidades, conocimientos y valores culturales básicos.

En aquella época, la conexión entre educación y trabajo era distante. Sin embargo, a finales del siglo XIX, con una producción industrial en auge y una república estable, la misión de las escuelas públicas evolucionó hacia el fortalecimiento del capital humano de la nación al enseñar a los estudiantes habilidades laborales. Con el tiempo, y a medida que crecieron las inscripciones, las escuelas secundarias abandonaron un plan de estudio común, separando el plan de estudios en áreas que conducían a diferentes resultados, desde la vía vocacional en la base hasta la vía de preparación universitaria en la parte superior.

La escolarización pasó de ser un aprendizaje compartido y una experiencia cultural que generaba un sentido de comunidad y propósito común a una competencia individual por las calificaciones, créditos, logros extracurriculares y títulos que determinan las oportunidades de vida futuras de los estudiantes. Una vez que las inscripciones universitarias aumentaron a mediados del siglo XX, la lucha se convirtió en una competencia para lograr la admisión en la universidad más selectiva posible. Los crecientes niveles de desigualdad de ingresos no han hecho más que intensificar la competencia.

Un resultado es el devastador aumento del estrés y la desconexión social de los estudiantes, en un entorno donde cada estudiante se convierte en un adversario potencial en la carrera por el logro extrínseco, y la presión implacable perjudica a los estudiantes de todos los niveles. En palabras de una madre, “los estudiantes de la clase superior todavía se sienten ‘menos que’, los estudiantes del medio se sienten estúpidos y los que tienen dificultades en la escuela se sienten aplastados, devastados. … Nadie gana”.

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